sábado, 22 de mayo de 2010

corazones colchoneros

Buenas noches. Ya comenté en la última entrada mi afición a los colores rojiblancos. Este miércoles tuve la suerte de ir a Barcelona a ver la final de la Copa del rey. La final ya era especial puesto que era la primera Copa del rey, que no entregaría su Majestad.

Siempre he defendido que ser del Atleti es un sentimiento único. Muchas veces lo comentas de oídas, de lo que te cuentan tus padres o de lo que escuchas por ahí... Este miércoles lo comprobé en mis carnes. No soy un aficionado que se prodigue mucho por el campo. Estoy siempre viajando y no es sencillo compatibilizar el fútbol con el trabajo y la familia, pero sabiendo que tras muchos años de sequía en esta ocasión íbamos a jugar la final, tras varias llamadas y la colaboración de una amiga rojiblanca, conseguí un par de entradas.



Fue un viaje pesado y como yo sospechaba el partido iba a decidirse dependiendo de la inspiración de unos ataques muy superiores a las defensas rivales. El Sevilla marcó pronto y administró la ventaja con mucho oficio. Los ataques del Atleti se desvanecían justo antes de llegar a portería, como esa ola que nunca llega a mojarte los pies. Cuando el partido agonizaba, Jesús Navas puso la puntilla. Para mí que soy un optimista irredento supuso un mazazo. Mi esperanza de ver al Atleti campeón, se desvanecía.

Entonces ocurrió. El árbitro decretó el final. El Sevilla estalló de júbilo. Pero para los casi 50.000 atléticos que estábamos en el Camp Nou, aún no había acabado. La afición rojiblanca, comenzó a cantar, uno tras otro, todos los vítores del repertorio. Sonaba el himno. Referencias una tras otra a las figuras del equipo: Kun, Uruguayo... Entonces me di cuenta de que copas del rey tienen otros muchos equipos, pero yo he presenciado la única en la que la afición del equipo perdedor, animó más a sus jugadores que la vencedora.

El Sevilla acabó contento. Enhorabuena de corazón. Y yo a pesar de la derrota, me vine con la satisfacción de que los verdaderos títulos no están en las vitrinas, se encuentran descansando al lado de cada lágrima de emoción que te hacen saltar tus colores.

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