miércoles, 27 de julio de 2011

¿público o privado?

A menudo escuchamos el eterno debate sobre si es mejor el sector público o privado. A lo largo de la historia hemos podido comprobar las bondades y defectos de ambos sistemas, pero en un modelo económico como el nuestro, en el que se mezclan ambas posibilidades, las fuerzas que empujan a un lado o a otro siempre están dispuestas a arrimar el ascua a su sardina.

Es público que el sector ídem goza de mala fama en el conjunto de la sociedad. Poca eficiencia, malos modos, poco trabajo… pero sería una injusticia generalizar en un sector con tres millones de empleados.

El sector público posee la condición, a través de las famosas oposiciones, de ser un empleo fijo y de por vida (en la práctica es así), lo que hace que el trabajador tienda a relajarse por la falta de incentivos. Si trabajando al 100 % gano 1000,  pero trabajando al 50 % también gano 1000… pues saquen sus propias conclusiones.

A ello no ayuda en absoluto la sociedad en la que vivimos. Aquí en España principalmente, herederos de la picaresca que inmortalizó Quevedo, conservamos la creencia de que si puedes hacer menos para ganar lo mismo, estás optimizando tu labor. Todos habremos oído la frase de “Baja un poco el ritmo que nos van a pagar lo mismo, que aquí no vas a heredar”.

No pensamos en que si cada uno de nosotros hacemos menos, estamos dejando que nuestro trabajo lo haga otro y por tanto no estamos contribuyendo con todo lo que podemos a mejorar algo que es de todos: la sociedad.

Vivimos en un país que no ha asimilado muy bien el concepto de “lo público”. Sólo hay que comprobar que una medida infalible para conseguir réditos electorales es la bajada de impuestos. No somos conscientes de que esos tributos son los que sirven para que en países como Noruega o Suecia tengan unos servicios públicos que a todos nos gustaría tener. ¿O no echamos de menos que haya más guarderías públicas?

Por eso, todos como individuos debemos plantearnos, si estamos dando el 100 % en nuestro trabajo para corresponder así a una sociedad que nos permite disfrutar de muchas comodidades. No olvidemos que vivimos en un estado de bienestar que envidian las dos terceras partes del mundo. 

Respecto a los funcionarios, es cierto que la sociedad en la que vivimos nos empuja a esa relajación una vez conseguido el objetivo de asegurarte el pan de cada día. Pero se puede hacer algo más. Si vemos a alguien que no cumple con su labor, que incita a los demás a relajarse en sus obligaciones, que pudre el resto de manzanas del cesto, no está de mal denunciar esas actitudes. El trabajo que no se hace, siempre lo paga alguien y cuando muchos se empeñan en no cumplir, los cimientos se tambalean.