lunes, 7 de junio de 2010

NADA ES IMPOSIBLE

Ha terminado Roland Garros y Nadal vuelve a ser número 1. Llegó, vio y venció. Como suele hacer en París. Ni silbidos, ni público, ni gaitas... Si la rodilla le responde, en tierra es imparable. Cinco de seis y ahora a pensar en Wimbledon. Ni me acuerdo ya de los que desconfiaban. Felicidades Nadal.

Pero quiero poner el acento en el torneo femenino. Este año la copa Suzannne Lenglen se la llevó una italiana: Francesca Schiavone.

Era la decimoséptima cabeza de serie. Competía con rivales duras mucho mejores que ella. Las Williams, Dementieva, Jankovic... Todas fueron cayendo, bien a sus manos o bien a las de su rival en la final, la australiana Samantha Stosur.

Todo el mundo daba por favorita a Stosur. Por juego, por golpes, por ranking... Pero Schiavone se agarró a la final con la seguridad que sólo dan las últimas oportunidades. Por eso Schiavone corrió como nunca, pegó como nunca, jugó como nunca y ganó. Como nunca.

En un deporte donde cada vez la gente está más pendiente del modelito de las tenistas que del juego, la veterana transalpina dio una lección de humildad, templanza y coraje. Fue grande en la pista, superando claramente a su rival, y fue grande fuera cuando dirigiéndose a la australiana le dijo: "Tengo que felicitarte, Sam. Espero que el año que viene ganes tú". Francesca Schiavone no pensaba en reeditar el título. Ella ya ha sido feliz gracias a su tesón y quería dejar que el dulce sabor de la felicidad pruebe otros labios.

Con casi treinta años, sin ser una belleza mediática, sin rodar anuncios, sin ser favorita, Francesca Schiavone visualizó el objetivo, luchó por el y lo alcanzó.
El año que viene volverá a Roland Garros y probablemente no pueda defender su título, pero quién sabe. Como rezaban las camisetas de los seguidores italianos: "Schiavo. Nothing is impossible".

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